EN DEFENSA DE LOS SINDICATOS
Por Rafael Simancas
El reciente protagonismo de los sindicatos en las portadas de los medios de comunicación más derechistas no es casual ni baladí. Nadie es tan ingenuo como para considerar que una atención tan extraordinaria y coincidente sobre los procedimientos y las cuentas de los sindicatos responde simplemente al afán por la transparencia y el buen funcionamiento de las instituciones del país. Las organizaciones empresariales no están siendo objeto de investigaciones y tratamientos similares, desde luego.
Resulta evidente la existencia de una estrategia que tiene como objetivo socavar el prestigio y la capacidad de acción de las organizaciones que representan los intereses de los trabajadores. Y en tal estrategia participan actores mediáticos, económicos y políticos. Porque a la ofensiva de denuncias mediáticas -unas ciertas, otras falsas-, debe incorporarse para el análisis la sucesión de reformas legales que debilitan gravemente la capacidad de negociación y defensa de los derechos laborales por parte de los sindicatos. Desde la reforma laboral que finiquita la negociación colectiva hasta la anunciada ley de huelga, y desde la retirada de las funciones formativas hasta la nueva ley limitativa del derecho de manifestación.
Sin embargo, se equivocan gravemente quienes actúan movidos por el afán de fomentar la desafección ciudadana hacia las centrales sindicales. Los sindicatos son parte sustancial del sistema democrático y socio-económico vigente, posibilitan su eficacia, lo hacen viable y lo legitiman ante los trabajadores. La historia de las relaciones sociales en nuestro país, además, demuestra el alto grado de responsabilidad y compromiso con el desarrollo equilibrado que han ejercido los sindicatos. Las grandes reformas y reconversiones que han experimentado nuestra economía y nuestra sociedad, con sacrificios muy relevantes en el mundo del trabajo, no se hubieran llevado a cabo con cierto éxito y una relativa paz social sin la labor positiva de organizaciones respetables como la UGT y las CC.OO.
Si el mensaje que reciben los trabajadores es el de que los sindicatos no sirven porque no son fiables, ¿cuál es la alternativa que se les ofrece para defender sus intereses en el plano laboral y social? ¿O se trata de convencerles de que la precarización de las condiciones laborales y la renuncia a los derechos sociales son un fenómeno inexorable y solo cabe la resignación?
El desarrollo de la reciente huelga de limpieza y jardinería en la ciudad de Madrid ha sido muy revelador. La complicidad de un gobierno derechista y unas empresas dispuestas a todo para maximizar beneficios amenazaba con dejar a más de un millar de empleados en la calle y a rebajar sustancialmente el salario de los demás. Gracias a la acción sindical, el apoyo de los grupos políticos progresistas y la comprensión ciudadana se han evitado los despidos y los recortes salariales, si bien los trabajadores han tenido que aceptar un ERTE doloroso y la congelación de sus sueldos por muchos años. ¿Qué hubiera ocurrido si los trabajadores no hubieran podido contar con la capacidad organizativa y negociadora de los sindicatos?
Cuidado. Porque pueden surgir alternativas a los sindicatos en la representación de los intereses de los trabajadores y en la defensa de sus derechos, y puede que no sean tan sensatas y responsables como lo han sido siempre organizaciones como UGT y CCOO. Atacar sistemáticamente a los sindicatos con el propósito de socavar la confianza de los trabajadores en sus representantes puede conducir a una radicalización de las reivindicaciones sociales. Y puede que esto es lo que busquen algunos: convertir las justas reclamaciones de los trabajadores en un problema simple de orden público, con una respuesta simple en el porrazo y tentetieso. Pero, desde luego, sería muy negativo para el desarrollo económico, la convivencia cívica y la calidad democrática en nuestra sociedad.
Que se investiguen, se denuncien, se condenen y se corrijan cuantas irregularidades existan en el funcionamiento de los sindicatos, y de los partidos, y de las organizaciones empresariales, y de las empresas propietarias de los medios de comunicación. Con plena transparencia y responsabilidad. Ahora bien, cruzadas antisindicales no, por favor. No conviene a nadie.
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